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Solté una carcajada, ¡qué insoportable e histérica era! Pero había algo que nunca reconocería en voz alta: me empezaba a encantar discutir con ella.
James —murmuré tan cerca de él que nuestros labios se rozaban. —¿Qué? —respondió en un susurro. —No me olvides —cerré los ojos al decirlo porque me dolía demasiado hacerlo si sabía que me iba a encontrar con sus ojos.

