Oscar TC

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El reino y el poder del pecado pueden cohabitar junto con los más excelentes dones naturales bajo el mismo techo. Es decir, en el mismo corazón. Un hombre puede tener la voz de un ángel, y el corazón de un demonio… Los sabios fariseos no eran nada sino sepulcros bien pintados[2]
Guardando el corazón: El deber de todo creyente (Clásicos Reformados nº 3)
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