Pero... ¿qué hace, madre? —preguntó el pequeño Basiano. Ella les había dicho la noche anterior que su padre iba a ser proclamado emperador de Roma y ahora iba él... ¿y decía que no quería aceptar? —Es la repugnatio —explicó Julia a sus hijos, pues Geta estaba igual de sorprendido y, por qué no decirlo, de decepcionado que su hermano—. No es correcto en el mundo romano aceptar un nombramiento de esta entidad sin rechazarlo, al menos, una o dos veces.

