More on this book
Community
Kindle Notes & Highlights
en ocasiones la supervivencia está no en conseguir más poder, sino en rechazarlo, en alejarlo de ti tantas veces como te lo ofrezcan.
—A esos niveles de poder, hijo mío, los que realmente están dispuestos a todo por vencer solo se reconocen entre ellos.
—¿Qué supone el final de una dinastía? —preguntó Maesa de nuevo. Julia respondió muy seria. —Una oportunidad, hermana; para el que sepa verla.
Quiero que vigiles a la mujer de Septimio Severo. Ella sigue en Roma, como las mujeres de los otros gobernadores que has mencionado, pero ella es..., no sé si la más inteligente de todos, pero, sin duda, la más audaz. Es la que actuará primero, la que dará el primer golpe. La vi en el Anfiteatro Flavio, decidida, inmóvil cuando Cómodo disparó aquella flecha contra ella. Firme en la adversidad, será, sin embargo, osada en la oportunidad.
A veces, entre la flexibilidad y la debilidad hay una frontera muy tenue que no se debe rebasar nunca.
La inacción en política es, en ocasiones, una falta tan imperdonable que puede equipararse a la del político que quebranta la ley a sabiendas de que lo está haciendo. Pértinax pertenecía a esta categoría de políticos que tardaban tanto en actuar que, para cuando se decidían, ya todo era imposible.
—De tanta ansia como siento por ti, temo hacerte daño —dijo él. —Nunca me haces daño —respondió ella. Y Julia supo que todo estaba bien. No hablaron más aquella noche. No era tiempo de palabras. Pero se lo dijeron todo.
Julia no era de perdonar. Tampoco olvidaba. Nunca.
Él no respondió a la pregunta, sino que planteó otra diferente: —No me he casado con una mujer como las demás, ¿verdad? Ella sonrió. —Tú no querías una mujer como las demás.
Pero Claudio Pompeyano, el más veterano de los senadores, había rechazado el nombramiento atendiendo, como en otras ocasiones anteriores, a su edad y a sus enfermedades, reales o fingidas. Era la tercera vez que aquel testarudo viejo rechazaba la dignidad de augusto.
¿Cuándo llegaría el día en el que senadores y gobernadores pensaran más en el buen gobierno del Imperio que en sí mismos, en sus pequeñas estrategias, en sus rencillas y envidias en esa maldita lucha por el poder que a todos debilitaba, rodeados como estaban de problemas dentro y fuera de los límites del Imperio?
—A Cómodo le habría hecho gracia este espectáculo —concluyó Sulpiciano. Dion Casio asintió. —A veces pienso que su espíritu aún gobierna Roma.
Septimio Severo quizá no tenía la madera de apostarlo todo a una jugada, pero su esposa siria sí. Era Julia. Julia Domna.
—En estos tiempos se puede pasar de enemigo público a augusto en pocos días
Le leyeron un papiro aprobado por el Senado, todo como siempre en aquel latín que Tausio no entendía bien y, al igual que mató a Pértinax sin entender lo que este decía para evitar su muerte, tampoco ahora entendió por qué de pronto lo ensartaban varias espadas de los que hasta hacía un momento eran sus compañeros. Pensó que lo habían acusado de hacer trampas en el juego y lo que no entendía de ningún modo era cómo se habían dado cuenta.

