Su cerebro, su muchísima imaginación, raramente le proporcionaba detalles espantosos, pero cuando lo hacía, que Dios le ayudara. Que Dios le ayudara en cuanto su imaginación se pusiera en marcha. Y no solo estaba en marcha ahora, sino acelerando a toda pastilla. Que lo que le venía a la cabeza no tuviera el menor sentido daba absolutamente igual estando a oscuras.

