Los resultados pintaban en todos los sentidos un vigoroso retrato de la trampa benzo: se trataba de un fármaco que funcionaba durante un periodo corto de tiempo, dejando luego su eficacia de ser superior a la de un placebo, y además cuando los pacientes intentaban dejar de tomarlo, se ponían muy enfermos y muchos no podían desprenderse del hábito. Las pocas primeras semanas de alivio tenían a largo plazo un alto coste, pues los enganchados al fármaco (como habían mostrado estudios previos de la benzodiacepinas) era probable que acabasen física, emotiva y cognitivamente discapacitados.

