El Estado ha creado un espacio enorme, vacío de violencia política, que ahora funciona como una caja de resonancia y amplifica el impacto de cualquier ataque armado, por pequeño que sea. Cuanta menos violencia política hay en un Estado concreto, mayor es la conmoción pública ante un acto de terrorismo. Matar a unas pocas personas en Bélgica atrae mucha más atención que matar a cientos de ellas en Nigeria o Irak. Paradójicamente, pues, el mismo éxito de los estados modernos a la hora de evitar la violencia política los hace vulnerables en particular al terrorismo.

