More on this book
Community
Kindle Notes & Highlights
Creo que comprenderíamos mejor el alcance de la misoginia y la violencia contra las mujeres si tomásemos el abuso de poder como un todo y dejásemos de tratar la violencia doméstica aislada de la violación, el asesinato, el acoso y la intimidación en las redes, en casa, en el lugar de trabajo y en las aulas; si se toma todo en conjunto, el patrón se ve claramente.
La violencia no tiene raza, clase, religión o nacionalidad, pero tiene género.
Siempre hay una razón que explique la pandemia de violencia, pero nunca se señala el género, se dan múltiples razones, pero nunca aquella que muestra el patrón explicativo más general de todos ellos.
«Las mujeres entre los quince y los cuarenta y cuatro años tienen más posibilidades de morir o de ser lesionadas o desfiguradas debido a la violencia masculina que debido al cáncer, la malaria y los accidentes de tráfico juntos», escribe Nicholas D. Kristof, una de las pocas figuras importantes que habitualmente habla de este tema.
Pensemos de cuánto tiempo y energía dispondríamos para dedicarnos a otras cosas que importan si no estuviésemos tan ocupadas sobreviviendo.
Tenemos más de ochenta y siete mil violaciones en este país cada año, pero cada una de ellas, invariablemente, se presenta como un incidente aislado. Los puntos del dibujo están situados unos tan cerca de otros que son salpicaduras que se funden en una mancha, pero casi nadie conecta uno con otro, o le pone nombre a la mancha.
lo que realmente desean es preservar el matrimonio tradicional y, por encima de todo, mantener los roles de género tradicionales.
La capacidad de contar tu propia historia, sea en palabras o en imágenes, ya supone una victoria o una rebelión.
Tejer la red y no ser atrapado en ella, para crear el mundo, para crear tu propia vida, para decidir tu destino, para nombrar a las abuelas así como a los padres, para dibujar redes y no solo líneas rectas, para ser una creadora así como deshacedora, ser capaz de cantar y no ser silenciada, retirar el velo y aparecer; todas estas son las banderas de oración que cuelgo yo en la cuerda de tender.
Los resultados de los caóticos interrogatorios durante el juicio a los McMartin son citados algunas veces como pruebas de que los niños no son fiables, de que son mentirosos, deliran, pero sería práctico tener en cuenta que en este caso el problema fueron los adultos.
«cuando se comienza a perder el contacto con la realidad, el cerebro enfermo se aferra obsesiva e ilusoriamente a lo que sea en lo que esté inmerso, a la enfermedad que sufra la cultura que le rodea».
Estoy asqueada de tener que seguir escribiendo versiones diferentes del mismo artículo o entradas en bucle en el blog. Pero debo hacerlo, porque en todos esos casos la violencia de género se sitúa en el centro del crimen, y dejar de lado este factor de motivación no solo priva al público de una visión completa y certera de los hechos, sino que nos deja sin el análisis y el contexto necesarios para entender la violencia, reconocer las señales de alarma y tomar decisiones para prevenir hechos de este tipo en el futuro.
«¿Qué quieren?, ¿una galleta por no golpear, violar o amenazar a las mujeres?». Las mujeres tienen miedo todo el rato de ser violadas y asesinadas, y puede que sea más importante hablar de esto que el proteger las zonas de confort de los hombres.
Como señala Astra Taylor en su nuevo libro The People’s Platform, el discurso de la libertad de opinión es utilizado para proteger el discurso del odio, es en sí mismo un intento de privar a otros de su libertad de habla, para atemorizarlos en el silencio.
Estoy asqueada de que me digan que tengo que empatizar con los perpetradores de esta violencia cada vez que intento hablar de las víctimas y de los supervivientes.
Un hombre actúa en la creencia de que no tienes derecho a hablar y que no eres nadie para definir qué es lo que está pasando. Esto puede significar cortarte durante una conversación en la cena o durante una conferencia. También puede significar que te digan que te calles, o amenazarte si se te ocurre abrir la boca, o darte una paliza por hablar, o asesinarte para silenciarte para siempre.
¿Cómo puede ser que las mujeres norteamericanas tengan tantos problemas en un momento en que se supone que son tan afortunadas?».

