More on this book
Kindle Notes & Highlights
He descubierto esto: “No importa todo lo malo que hayas hecho, Dios siempre permanece a tu lado”. ¿Cómo lo sé? Muy sencillo: “Un padre nunca abandona a su hijo. Y Dios es nuestro Padre”.
Cada vez que tengo un problema muy serio y no tengo fuerzas para resolverlo, paso por la capilla que está cercana a mi trabajo y le digo: “Señor, no sé qué hacer. Te dejo este problema. Por favor, ayúdame”. Al día siguiente, de la forma más insospechada, todo se soluciona. Me ocurre constantemente. Creo que Dios lo hace para enseñarnos a confiar. Mientras más confiamos, más nos da. Un amigo me lo confirmó una vez emocionado, cuando me dijo: “Nadie le gana a Dios en generosidad”.
Un sacerdote amigo me dijo una vez: “En la confesión no sólo se te perdonan tus pecados, sino que recibes la gracia para evitarlos en el futuro”. He comprobado que es así. La confesión frecuente, la comunión diaria, la práctica de la caridad, te ayudan a ser una mejor persona.
“No sigan la corriente del mundo en que vivimos, sino más bien transfórmense a partir de una renovación interior. Así sabrán distinguir cuál es la voluntad de Dios, lo que es bueno, lo que le agrada, lo que es perfecto”.
A veces cuesta hacer la voluntad de Dios. Te compartiré tres de tantas ocasiones…
BENDECIR
PERDONAR Y PEDIR PERDÓN
pensé en el tiempo de nuestras vidas que perdemos al no perdonar. Damos vueltas pensando en aquél que nos hizo daño, llenando nuestros corazones de odio, malgastando minutos preciosos.
Perdonar es una gran medicina. A veces cuesta tomarla, parece un poco amarga. ¡Pero cura de verdad! Cada vez que he perdonado me siento mejor, feliz, cerca de Dios. Y cada vez que pido perdón (lo cual ocurre a menudo) me parece que el buen Jesús nos mira complacido.
HABLAR DE DIOS
Chiara Lubich,
“Donde quiera que vayan hablen de Dios, en sus reuniones, en la radio. Escriban de Dios, no tengan miedo de mencionar su nombre. Que Dios vuelva a estar de moda”.
He aprendido que el orgullo es un mal consejero. Por naturaleza solemos rebelarnos. Qué difícil es esto, ¿verdad? Callar cuando quieres responder una falsa acusación. Perdonar cuando te han hecho daño. No replicar cuando te humillan. Perdonar y olvidar.
Cuando me apoyo en mis fuerzas, todo me cuesta. Cuando me apoyo en Dios, nuestro Padre, todo es más sencillo. Él te defiende. Te protege. Te saca adelante. Te da la fortaleza que necesitas para enfrentar la vida.
Si
me peguntases qué es lo que más me sorprende de Dios, te respondería sin dudarlo: “su Misericordia”. Siempre está perdonando nuestros pecados... Nos quiere como somos. Nos llama. Nos atrae a su Amor, a la gracia. Nos da vida en abundancia. Y a cambio, sólo nos pide que lo amemos y que amemos a nuestros semejantes.
“Confía en el Señor y haz el bien, habita en tu tierra y come tranquilo. Pon tu alegría en el Señor, él te dará lo que ansió tu corazón. Encomienda al Señor tus empresas, confía en él, que lo hará bien. Hará brillar
méritos como la luz y tus derechos como el sol del mediodía”. (Salmo 37,3-6).
A veces, cuando siento que no puedo más, sencillamente dejo las cosas en las manos de Dios. Hago un acto de fe y de confianza. Él siempre sabe qué hacer. En ese momento una fuerza interior, surge en mí, un amor tierno y puro, que me impulsa a seguir, a no desfallecer. Y vuelvo a empezar
Pide al Espíritu Santo que te ilumine y habite en ti. Que restaure en tu alma la paz que tanto anhelas… Y Él lo hará.

