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—Una persona en duelo necesita mantener la mente ocupada —prosiguió ella—. Cuidar de algo. Eso es lo que me dije cuando vi el anuncio: no se trata de quién quiere un perro, sino de quién necesita
Lo leí en internet. —Donde todo es verdad, supongo.
Ambos constituían la prueba de que la vida no era más que un breve sueño de una tarde de verano.
Él bajó la mano, vacilante, esperando un mordisco, pero la perrita se la lamió.
Beth tenía razón en cuanto a las flores: tenían una pinta horrible, la mitad de ellas estaban tan muertas como Marian. Ese pensamiento le arrancó una sonrisa, aunque reírse por semejante comparación le hizo sentirse mala persona.
—Los cachorros son la idea que tiene Dios de un perfecto programa de ejercicio físico.
Después Lloyd llevó a Laurie a pasear por la playa. Él contempló la puesta de sol. Ella encontró un pez muerto y le meó encima. Los dos volvieron a casa satisfechos.
Así era la vida: te atrapaba y lo único que podías hacer era vivirla.