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Haz las maletas —espetó él—, que embarcamos en uno de los cruceros de Beth Young por el mar de la culpabilidad. ¡Y con todos los gastos pagados!
¿puede uno controlar el modo en que la mente clasifica las cosas? No más de lo que uno podía controlar los sueños.
Los cachorros son la idea que tiene Dios de un perfecto programa de ejercicio físico.
Un gliobastoma, pensaba Lloyd, era la versión de Dios de una bala del calibre 45 en el cerebro.
Así era la vida: te atrapaba y lo único que podías hacer era vivirla.