Recordarnos con regularidad que moriremos y que también lo harán nuestro colega insoportable, nuestra mascota, nuestro amante, nuestros hermanos o nuestros padres puede mejorar en lo fundamental la naturaleza de todas nuestras interacciones. Puede hacernos más empáticos, más pacientes, más generosos, más propensos a perdonar y más agradecidos. Y, sobre todo, puede mejorar la calidad de nuestro tiempo ayudándonos a estar más presentes.