En lugar de imponer inspecciones intrusivas y auditorías externas, Basilea II hizo especial hincapié en la autorregulación, la divulgación y la transparencia. Los juicios «bien fundamentados» de los mercados llevarán a cabo la labor de supervisión mejor que las decisiones «arbitrarias» en materia de regulación. Al fin y al cabo, los inversores racionales podrían no tener ningún interés en exponerse al riesgo de sufrir unas pérdidas catastróficas, o esa era la argumentación. Fijarían los precios de las acciones bancarias en consonancia, enviando una señal clara de qué bancos eran seguros y
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