Allá en las alturas, una noche que lord Robert y sus hombres estaban apiñados en torno a sus hogueras, ocurrió lo inconcebible: avistaron la boca de una cueva en las laderas que dominaban el camino, y una docena de hombres treparon hasta ella para comprobar si podía servirles de refugio para resguardarse del viento. Deberían haberse parado a reflexionar a la vista de los huesos esparcidos a la entrada, pero continuaron… y despertaron a un dragón.

