—Tal vez fuese así hace diez mil años —replicó la reina—, pero los señores que reclaman el derecho de pernada hoy en día ya no son héroes. No habéis oído a esas mujeres hablar de ellos; yo, sí. Hombres viejos, gordos, crueles, sifilíticos, violadores, babosos, cuajados de costras, con cicatrices, con ampollas; señores que hace medio año que no se lavan, con el pelo grasiento y cuajado de piojos. Esos son vuestros poderosos hombres. Escuché a las jóvenes, y ninguna se había sentido bendecida.

