Invierte de manera sabia en sus relaciones con otros porque sabe que son eternas. Sus conversaciones, metas y motivos se vuelven puros y sinceros porque comprende que tendrán relación con la recompensa eterna. Da con generosidad su tiempo, dinero y talento porque está acumulando tesoros para la eternidad. Extiende las buenas nuevas de Cristo porque anhela que sus amigos y vecinos llenen las filas del cielo.

