Esa mujer dócil poseía una fortaleza que los demás no podíamos ni prever. En cuanto a papá… Había cambiado. Se había vuelto más afable, más dado a la risa. El futuro podía ser diferente del pasado. Incluso el pasado podía ser distinto del pasado, puesto que mis recuerdos podían cambiar: ya no recordaba a mi madre en la cocina, escuchando, mientras Shawn me inmovilizaba en el suelo y me apretaba la tráquea. Ya no la recordaba mirando hacia otro lado. Mi vida en Cambridge se transformó…, o, mejor dicho, yo me transformé en una persona que creía pertenecer a Cambridge.

