Nadie en esas tres esferas –los medios, la política, la ley– sitúa la discusión en donde hay que situarla; nadie trata de extender la noción misma de una «crisis» hacia sus raíces más profundas y remotas; y nadie, ni por asomo, sugiere que haya una responsabilidad compartida –transnacional– en los orígenes del problema ni, por ende, que se deba pactar una solución real para los destinos de esos niños.