More on this book
Community
Kindle Notes & Highlights
Lo que hace falta es una infraestructura intelectual que permita adoptar decisiones y la capacidad de evitar que las emociones deterioren esa infraestructura. Este libro establece de manera precisa y clara la infraestructura que hace falta.
«margen de seguridad», no pagar nunca un precio excesivo, por interesante que pueda parecer una inversión, se pueden minimizar las probabilidades de cometer un error.
Por el contrario, el inversor que destina sus fondos a acciones de, por ejemplo, empresas concesionarias de servicios y suministros públicos cuya cotización implica que es posible comprar estas empresas prácticamente por el valor de su activo neto siempre puede considerarse propietario de una participación en unas empresas sólidas y en expansión, adquiridas a un precio racional, con independencia de lo que el mercado de valores pueda decir en sentido contrario.
Simplemente significa tener la paciencia, la disciplina y la voluntad necesarias para aprender;
por otra parte, también es necesario saber controlar las emociones y pensar por uno mismo.
En la mayor parte de los períodos el inversor deberá reconocer la existencia de un factor especulativo en su cartera de valores.
el inversor no puede tener esperanzas de conseguir resultados mejores que la media mediante la adquisición de nuevas ofertas, o de acciones «recalentadas»
las acciones tienen buenos o malos resultados en el futuro porque las actividades en las que se apoyan tienen buenos o malos resultados, ni más ni menos.
Para la mayoría de nosotros, el 10% de nuestro patrimonio general es la cantidad máxima que podemos permitirnos arriesgar en operaciones especulativas.
Los propietarios de acciones, por otra parte, disfrutan de la posibilidad de que una pérdida de la capacidad de compra de la unidad monetaria sea compensada por el crecimiento de sus dividendos y de las cotizaciones de sus acciones.
La
El núcleo de la argumentación de Graham es que el inversor inteligente nunca debe prever el futuro exclusivamente mediante una extrapolación del pasado.
cuanto más se entusiasman los inversores con el mercado de valores a largo plazo, más seguro es que se van a acabar equivocando a corto plazo.
tipo de rendimiento que se debe tratar de alcanzar debería depender, al contrario, de la cantidad de esfuerzo inteligente que el inversor está dispuesto a, y es capaz de, aportar a esta tarea.
Si usted tiene tiempo disponible, es muy competitivo, piensa como los aficionados a los deportes y disfruta de los desafíos intelectuales complejos, el método activo es para usted.
Si esta sociedad es lo suficientemente solvente para merecer la inversión, ¿por qué está abonando un cuantioso dividendo por las acciones preferentes,
vez de emitir obligaciones y disfrutar de una bonificación fiscal? La respuesta más probable es que la empresa no es solvente,
Ningún inversor inteligente, por muy interesado que esté en obtener renta, compraría una acción únicamente por los dividendos que abonase; la sociedad y su actividad tienen que ser sólidas, y la cotización de sus acciones tiene que ser razonable.
La indicación que daba Graham que recomendaba poseer acciones de entre 10 y 30 empresas sigue siendo un buen punto de partida para los inversores que deseen seleccionar sus propias acciones, pero estos inversores además deben asegurarse de que no están excesivamente expuestos a un único sector.
Un inversor defensivo participa, y gana, la carrera quedándose quieto.
¿Cuál será el próximo Microsoft? «Ni lo sé, ni me importa»,
El requisito clave en este terreno es que el inversor emprendedor se concentre en las empresas de mayor tamaño que estén atravesando un período de impopularidad.
Hace falta una gran osadía y una gran cautela para amasar una gran fortuna; cuando se ha logrado, hace falta diez veces más osadía y cautela para conservarla. Nathan Mayer Rothschild
Una gran empresa no es una gran inversión si se paga demasiado por sus acciones.
El inversor inteligente, no obstante, no se interesa por las acciones de empresas de gran crecimiento cuando son más populares, sino cuando algo va mal.
«No compre nunca una acción inmediatamente después de una subida sustancial, ni tampoco la venda inmediatamente después de una bajada sustancial».
La felicidad de quienes ansían la popularidad depende de los demás; la felicidad de los que persiguen el placer fluctúa con estados de ánimo que no pueden controlar; sin embargo, la felicidad de los sabios surge de sus propios actos libres.
Por desgracia, en los mercados financieros, la suerte es más importante que la capacidad.
Mientras tanto, los restantes costes de gestión de un fondo raramente se reducen, y en ocasiones llegan a aumentar, a medida que crecen los activos.
el fondo típico tiene que superar al mercado en un 3,5% al año antes de deducir los costes, y eso simplemente le servirá para conseguir unos resultados iguales que el mercado después de que haya deducido los costes en que haya incurrido.
Como decía Platón en La República, los mandatarios ideales son aquellos que no querían gobernar; de la misma manera, los mejores gestores de fondos suelen comportarse como si no quisieran su dinero.
los perdedores del pasado casi nunca se convierten en los ganadores del futuro.
No estamos en absoluto dispuestos a sugerir que el inversor pueda seguir confiando en el indefinido mantenimiento de esta situación favorable y, por lo tanto, que pueda relajar sus niveles de exigencia a la hora de elegir obligaciones en el grupo industrial, o en cualquier otro.
«dólares a sesenta centavos», o empresas cuyas acciones cotizan al 60% o menos del valor al cual él valora esas empresas.
Por ejemplo, una empresa de ferrocarriles debería haber conseguido unos ingresos que cubriesen con creces cinco veces sus cargas fijas (antes
JDS Uniphase Corp., la empresa de fibra óptica, generó 673 millones de dólares en ventas netas, con las que sufrió una pérdida de 313 millones de dólares. Sus activos tangibles ascendían a 1.500 millones de dólares. Sin embargo, el 7 de marzo de 2000, las acciones de JDS Uniphase alcanzaron los 153 dólares por acción, lo que arrojaba para la empresa un valor total de mercado de aproximadamente 143.000 millones de dólares.2 En aquel preciso momento, al igual que la mayoría de las acciones de empresas de la «Nueva Era» se vino abajo.
Bernstein llega a la siguiente conclusión: «A la hora de adoptar decisiones en condiciones de incertidumbre, las consecuencias deben dominar a las probabilidades.
A la hora de la verdad, «incertidumbre» e «inversión» son sinónimos.
A Graham, el mayor amante de la literatura de entre los inversores, le encantaba la historia de Ulises, narrada a través de la poesía de Homero, Alfred Tennyson y Dante. Al final de su vida, a Graham le entusiasmaba la escena del Infierno de Dante en la que Ulises describe la forma en que inspiró a su tripulación para que navegase hacia el oeste, adentrándose en aguas desconocidas más allá de las columnas de Hércules:
si una acción ordinaria fuese tan sólida que aportase muy poco riesgo de pérdida debería ser, por lo general, lo suficientemente buena como para poseer unas excelentes probabilidades de ganancia en el futuro.