El individuo es como un corcho en el mar de la conciencia: no sabe dónde está, de dónde viene ni adónde va, y tampoco sabe por qué. Los seres humanos deambulamos por ahí con nuestros enigmas interminables, planteándonos las mismas preguntas siglo tras siglo y, de no dar un salto cuántico en la conciencia, continuaremos haciéndolo.