En general, la gente que se siente con derecho a todo cae en una de ambas trampas en sus relaciones: o esperan que el otro asuma la responsabilidad por sus problemas: «Yo quería un fin de semana relajado aquí en casa. Debías haber sabido eso y cancelar tus planes», o asumen demasiada responsabilidad por los problemas de otros: «Ella perdió de nuevo su trabajo, probablemente sea mi culpa porque no la apoyé como debía. Mañana la ayudaré a reescribir su currículum vitae».