Mi madre, que acababa de conducir una hora para recogerme en el aeropuerto, que estaba permitiéndome vivir sin pagar alquiler en el piso de arriba de su casa y que tendría que levantarse de madrugada a la mañana siguiente para ayudar a mi padre, inválido, a prepararse para ir a trabajar, no estaba precisamente dispuesta a soportar mi desazón sobre mi realización personal.

