Para empezar, la cabeza de Barack era como una maleta llena a reventar de información, una enorme y potente computadora central que podía extraer datos de todo tipo cuando así lo deseaba. Yo lo llamaba «el hombre de los datos» porque parecía que tenía una estadística apropiada para cualquier pequeño asunto que surgiera durante una conversación. Su memoria parecía casi fotográfica.

