Jugábamos al Scrabble una vez a la semana, y la última partida sigue ahí, en el tablero; no me veo capaz de retirarla. No dejo de mirar sus fichas y preguntarme cuál habría sido su siguiente palabra. Me despierto en plena noche, alargo el brazo hacia su lado de la cama y sólo me encuentro las sábanas frías.