Hay que abrirle la puerta al dolor, para sentir y entender por qué no querés que se quede en tu casa. El que esté libre de sufrir, que tire el corazón a la basura. Hay que abrirle la puerta al dolor, no cerrársela en la cara. No son fuertes los que no lloran, son fuertes los que aprenden a lidiar con la tristeza. Los que no saben llorar, tampoco saben reír. Creen que sí, pero no saben. Para reírse con el alma, hace falta tenerla un poco rota.