Me sentí en deuda con Catherine por permitirme analizar el manuscrito de su padre, pletórica por poder abrazar este tiempo tan preciado, sin desear nada más. Pero, poco a poco, detecté un cambio en mi concentración, algo muy propio de mí. Esa compulsión que me prohíbe rendirme por completo ante una obra de arte, que me aparta de las salas de un museo predilecto para dirigirme a la mesa en la que escribo los borradores. Esa pulsión que me apremia a cerrar Canciones de inocencia con tal de experimentar, como Blake, un atisbo de lo divino que también puede convertirse en poema. Ese es el poder
...more

