Ninna Ottey

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El calor del cuerpo que te acoge, la presión de los miembros que encajan en tu cuerpo y que te visten, el olor de la persona a la que le cedes ese espacio tan tuyo. Un abrazo es, sin duda, un homenaje a la confianza, una ofrenda casi sagrada. Regalamos el aire que nos queda en los pulmones y que calienta la tela sobre la que lo vertemos. Concedes el roce completo de un cuerpo que, desde que naces, es solo tuyo. Te das a oler, a tocar, te dejas al alcance de unas manos que no te pertenecen y que no puedes controlar.
Seremos recuerdos
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