—¿Y si dejamos de permitir que las palabras de los demás midan lo que tenemos? ¿Y si dejamos de pensar en las diez mil razones que tenemos para no hacerlo y nos centramos en la única que hace que valga la pena? Porque no conozco a nadie que pueda quererte más que yo y estoy aprendiendo la manera de hacerlo bien, Macarena. Y si vuelvo a ser gilipollas, mírame, cógeme la cara entre las manos y dime: «Mi amor, eres un imbécil». Y yo me morderé la lengua y asumiré que tú, que me quieres más de lo que puede quererme nadie, no me mentirías. Y si tú vuelves a dejar que la inseguridad te haga
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