Esos discursos ideológicamente poderosos, pero económica y legalmente insustanciales, corren una velada cortina sobre la difícil realidad que se oculta detrás: la enorme desolación de la madre que se queda en casa y la creciente culpabilización de la que logra salir. Y la frustración de ambas por no saber convertir el hartazgo, la infelicidad, la ira, en formas de acción política que logren socializar la tarea de la crianza.

