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Kindle Notes & Highlights
El país necesita hijos, la humanidad necesita hijos... No importa que parte de esos hijos mueran. Alguno suyo o del otro, o de la otra, sobrevivirá y se educará o no se educará, tendrá trabajo o no tendrá trabajo, tendrá un hogar o no lo tendrá, será feliz o no será feliz, pero no importa. [...] Hijos, sí, hijos, para el sufrimiento, para el hambre, para la angustia, para la destrucción. Todo para la muerte, para la muerte, para ese fin.»
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El servicio materno obligatorio como única contribución cívica de la mujer.
como diría Simone de Beauvoir, «el opresor no sería tan fuerte si no tuviera cómplices entre los propios oprimidos».
Las mujeres-profesionales. Las mujeres-obreras. Las mujeres-intelectuales, las mujeres-artistas. Las mujeres-madre. Sus diversas dimensiones, no lo olvidemos, a veces se solapan. Todas estas mujeres han seguido volviendo por las tardes o por las noches a sus casas para seguir trabajando y sirviendo a sus hijos, a veces con, pero sobre todo sin, la ayuda de sus parejas.
Esos discursos ideológicamente poderosos, pero económica y legalmente insustanciales, corren una velada cortina sobre la difícil realidad que se oculta detrás: la enorme desolación de la madre que se queda en casa y la creciente culpabilización de la que logra salir. Y la frustración de ambas por no saber convertir el hartazgo, la infelicidad, la ira, en formas de acción política que logren socializar la tarea de la crianza. Por cansancio. Por exceso de tareas y preocupaciones acaso más urgentes. Por vergüenza. Por comodidad o conveniencia (el error de pensar, sobre todo entre las
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Eso que sólo se dice, cuando se dice, en privado, de manera anónima. La culpa. La desdicha. El desasosiego y, en algunos casos, una silenciada depresión que se extiende por años después del parto y que no tiene su origen en un desarreglo hormonal.
Estas madres de apariencia progresista han dado la vuelta completa al círculo para regresar a la retrógrada ecuación mujer = naturaleza que exime a los hombres.
Muy gratuita será la leche materna pero ¿qué hay del tiempo-es-oro invertido en amamantar? ¿De la tiranía de la lactancia?
el aparente progresismo de corte ecológico no es más que la reaparición, en versión new age, del mandato angélico o esperpéntico o místico-femenino, es el renovado culto a la maternidad intensiva y absoluta que funciona, ahora por añadidura, como un marcador social.
la culpa disfrazada de virtud sigue operando con contundencia, sugiriéndole que para obtener el permiso social que le consienta salirse del viejo molde del ama-de-casa, y para compensar sus prolongadas ausencias, debe demostrar que su aporte dentro y fuera del hogar es fundamental e insustituible.
esa soledad materna que consiste —me parece— en el profundo aislamiento en el que viven las atareadas madres de hoy: su alienación, su escasa conciencia de derechos cada vez más recortados, su insuficiente manifestación ciudadana, su casi nula incidencia en políticas públicas que las tomen en serio y valoren su aporte en contante y sonante.
el Estado se ha lavado sus manos capitalistas e, ignorando sus responsabilidades custodiales, le ha cedido la gestión de la maternidad a la empresa privada regida por hombres que no cuidan hijos. Empresarios-padres-de-familia que urden su misoginia en la retórica del beneficio económico para no contratar mujeres, o que, si las contratan, eligen no concederles bajas maternales (las paternas son aún más infrecuentes y muchos padres, teniéndolas, tampoco las aprovechan) y deciden no invertir en salas-cuna ni en zonas exclusivas de lactancia, ni atienden a las excusas de las ya-madres cuando los
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El hijo entonces no es ya sólo un hijo o una hija, es una proyección del éxito o fracaso de la familia; es, en sí mismo, un proyecto.
el hijo es esa cosa delicada y feroz que la madre debe procurar no echar a perder. Sería su responsabilidad exclusiva, ya lo dije, está demasiado sola y está cansada y deprimida.
hay que darles crédito a las parejas igualitarias por demostrar cuán construidos están los roles y cuán fáciles de derribar son, cuando se quiere.
aun cuando haya llegado a socorrerla la figura de la pareja-colaboradora, decidido él, o decidida ella, a sumarse a esta empresa de reducido tamaño, ha aumentado la angustia, el exceso de tareas y las culpas por doquier.