—Locura —dijo Ahu, y soltó una risita—. Antes creía que no era culpa mía. Pero ya sabes que no podemos huir de nuestros actos. Nosotros los dejamos entrar. Nosotros los atrajimos, nosotros trabamos amistad con ellos, los sacamos a bailar y los cortejamos. Sí que es culpa nuestra. Si te abres a ello, pagas el precio. ¡Me arrancaron el cerebro y lo hicieron bailar! Yo miré.

