este ejercicio de la crónica tiene implicaciones directas en los regímenes de representación del crimen organizado en general, pues se asume como el acceso material a lo real del narco que aparece en las simbolizaciones de novelistas, músicos, cineastas y artistas conceptuales que asimilan la condición mitológica y despolitizada del imaginario dominante sobre los traficantes de droga.

