Miré a un amigo con el que estaba desayunando y le dije: “¿De qué se trata esto?”. Él me contestó con soltura: “Oh, ellas desaparecen todo el tiempo. Las secuestran, las violan y las matan”. “¿Ellas?” “Oh”, continuó: “Tú sabes, las muchachas jóvenes que trabajan en las maquiladoras, las fábricas extranjeras, las que salen de trabajar cuando todavía está oscuro”. Claro, yo sabía que la violencia es el clima normal en Juárez. Como le dijo un vendedor de fruta a un periódico estadounidense: “Incluso el diablo tiene miedo de vivir aquí”.

