El periodismo puede significar el mundo global y las tensiones de representación propias del neoliberalismo, pero no podrá aspirar a una verdadera disidencia política hasta que no se deshaga de la hegemonía del discurso oficial sobre el crimen organizado. La mayoría de nuestros novelistas no está a la altura de ese reto. Nuestro periodismo no puede permitirse el mismo fracaso.

