Al aceptar la explicación oficial de la violencia, el libro de Osorno sólo puede proceder de dos maneras: ahondando narrativamente en esa supuesta lucha de cárteles y articulando una crítica a la estrategia del Estado para confrontarla. El principal problema es que ambos procedimientos favorecen y legitiman las acciones del Estado ante el narco, justificando su necesidad, pero también su limitado éxito, pues finalmente el poder de los cárteles se imagina siempre superior al del Estado.

