Este proceso de transformación culminó con la presidencia de Vicente Fox (2000-2006): en ese sexenio, bajo la presión de alto nivel ejercida por el gobierno de Estados Unidos en el panorama geopolítico posterior a los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001, el Estado mexicano adoptó abiertamente una política de seguridad nacional que ubicaba al crimen organizado en el centro de una crisis de gobernabilidad que reclamaba una acción inmediata.

