estudian como “narcocultura” emana de un paradigma de representación a priori configurado y diseminado desde el poder del Estado. Este paradigma sobrevalora la relevancia de los incorrectamente llamados “cárteles de la droga” para deslindar a las instituciones oficiales de esa actividad criminal, y a lo largo de décadas ha adquirido densidad histórica por medio de una práctica discursiva que ha cobrado una inercia propia.

