Felipe Uribe

7%
Flag icon
—De todas formas, resién se retiró aquí, el grandote —dijo Margot desde el otro lado del canalillo. Teo me dirigió una mirada curiosa. —¿Por qué? Hablaba con calma, sin rastro de provocación. Yo mojé el hocico y luego me lo enjugué con una pata.
Los perros duros no bailan
Rate this book
Clear rating
Open Preview