Kindle Notes & Highlights
—De todas formas, resién se retiró aquí, el grandote —dijo Margot desde el otro lado del canalillo. Teo me dirigió una mirada curiosa. —¿Por qué? Hablaba con calma, sin rastro de provocación. Yo mojé el hocico y luego me lo enjugué con una pata.
Esas mariconadas no son mi estilo, como pueden imaginar. Los perros duros no bailan. Sin embargo, aquella noche arriesgaba mucho más que un juego, una caricia o un bocado sabroso. Me iba la vida, y también tal vez las de Teo y Boris el Guapo.

