es bastante frecuente que cuando hablamos de maldad nos deslicemos hacia una falacia conocida como «reificación» (literalmente, crear una cosa), que cuando hablamos de un concepto significa que le otorgamos una especie de existencia independiente, como si en cierto sentido estuviera «ahí fuera». Tomemos la frase «la maldad personificada», como en «Hitler era la maldad personificada», queriendo decir que era la personificación, la encarnación física, de la maldad. Pero la «maldad» no es una cosa que se caracterice por una existencia independiente. No tiene una consistencia metafísica: se trata
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