Para un estoico, en última instancia no importa si creemos que el Logos es Dios o la naturaleza, siempre que reconozcamos que una vida humana digna se tiene que centrar en el cultivo del carácter personal y en la preocupación por las demás personas (e incluso por la propia naturaleza), y que se disfruta más si se adopta un camino adecuado —pero no fanático— para distanciarse de los bienes puramente mundanos.