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Una distinción entre soledad y estar solo habría quedado perfectamente clara para los estoicos: esto último es una descripción factual, mientras que la primera es una valoración que imponemos sobre dicha descripción, y es este juicio, y no el hecho desnudo, lo que nos hace sentir rechazados e impotentes.
«Pero a pesar de que somos capaces de escribir y leer estos sentimientos, a pesar de que podemos alabarlos mientras los leemos, no nos proporcionan ninguna convicción ni nada por el estilo. Por ello el proverbio sobre los lacedemonios, leones en casa, zorros en Éfeso, también se aplica a nosotros. ¡En el aula somos leones, y zorros en el mundo exterior!».[2] Lo que quería decir era que simplemente reconocer la verdad de algo no es suficiente: se tiene que practicar, una y otra vez, hasta que se desarrolla una costumbre que incorpore una conclusión racional en el repertorio de los instintos.
Habitualmente, los estudiosos distinguen entre agápe, éros, philía y storgē. Agápe se refiere al tipo de amor que se siente por la esposa y los hijos, y que posteriormente los cristianos asociaron con el amor de Dios por toda la humanidad: como lo explicó Tomás de Aquino, agápe es la voluntad de hacer el bien a los demás. Si cree que sabe lo que significa éros, tendrá que pensar un poco más. Sí, la palabra tiene el significado claro de placer sensual y atracción sexual, pero, como explicó Platón en El banquete, éros amplía su significado en un aprecio por la belleza interior de la persona, y a
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Aristóteles distinguía entre tres tipos de amistad que creo que siguen ofreciendo un marco útil hoy día: amistad de utilidad, amistad de placer y amistad de los buenos. Una amistad de utilidad es lo que actualmente llamamos una relación basada en beneficios recíprocos, por ejemplo, la relación con nuestro peluquero favorito.
Una «amistad de placer», la segunda categoría aristotélica de la philía, se basa de una manera bastante obvia en el placer (también recíproco). Pensemos en compañeros de salidas o en personas con las que compartimos una afición.
una amistad de los buenos es el raro fenómeno de dos personas que disfrutan de su mutua compañía porque encuentran en el otro una afinidad de carácter que no requiere nada externo como intercambios de negocios o una afición. En estos casos, nuestros amigos se convierten, como expresó Aristóteles, en espejo de nuestra alma, ayudándonos a crecer y a convertirnos en personas mejores solo porque les importamos. Una vez más, es posible ver por qué la «amistad de los buenos» puede referirse no solo a la amistad en el sentido moderno de la palabra sino también a la relación con miembros de la familia
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Aristóteles no era estoico y los estoicos habrían dicho que la única amistad que merece de verdad que se la llame amistad es la de los buenos. Sin embargo, lo más importante es que no habrían negado la existencia ni la importancia de las otras dos clases. Pero las habrían confinado a la categoría de «indiferentes preferidos»: cosas que puedes tener y cultivar, mientras no afecten a tus virtudes y tu integridad moral.
Al fin y al cabo, un lenguaje más rico en significados refleja mejor los matices del pensamiento y mejora nuestra capacidad para transitar por la existencia.
No admitas el sueño en tus tiernos párpados hasta que hayas evaluado cada uno de los hechos del día: ¿cómo he errado, qué he hecho o dejado de hacer? Empieza así y revisa tus actos y entonces por los actos infames amonéstate, por los buenos alégrate.
los principios estoicos son los siguientes:
La virtud es el mayor bien y todo lo demás es indiferente.
Dicotomía del control.
las cuatro virtudes estoicas: Sabiduría (práctica): navegar por situaciones complejas de la mejor manera posible. Valor: hacer lo correcto, tanto física como moralmente, en cualquier circunstancia. Justicia: tratar a todos los seres humanos —sin importar su situación en la vida— con justicia y amabilidad. Templanza: ejercer la moderación y el autocontrol en todas las esferas de la vida.
1. Examinar nuestras impresiones.
2. Recordar la fugacidad de las cosas.
«En el caso de las cosas particulares que te gustan, o te benefician, o a las que has cogido cariño, recuerda lo que son. Empieza con cosas de poco valor. Si te gusta la porcelana, por ejemplo, di: “Me gusta una pieza de porcelana”. Cuando se rompa, no te sentirás desconcertado. Cuando le des un beso a tu esposa o hijo, repite: “Estoy besando a un mortal”. Así no te sentirás tan desconsolado cuanto te los arrebaten.»
La idea es que deberíamos pasar por la vida igual que los generales romanos durante la celebración oficial de sus triunfos en la Ciudad Eterna: con alguien que susurra continuamente en nuestro oído «Memento, homo» (Recuerda, hombre).
el lamento se centra en cosas que ya no podemos cambiar y que la actitud correcta es aprender de la experiencia,
nos aconseja que cuidemos y apreciemos mucho lo que tenemos ahora, precisamente porque el destino nos lo puede quitar mañana.
3. La cláusula de reserva. «Siempre que planifiques una acción, practica mentalmente lo que el plan implica.
la idea no es aceptar pasivamente la derrota en el partido de tenis, o quizá asumir la injusticia de no conseguir la promoción que tanto nos merecemos. Más bien la idea es desplegar la sabiduría de que a veces las cosas no nos irán bien, aunque hagamos todo lo posible, y sin importar si nos merecemos ganar el partido o conseguir la promoción. No confundir las aspiraciones personales, por muy bien fundamentadas que estén, con cómo actuará (o podrá actuar) el universo es uno de los sellos distintivos de la persona sabia.
4. ¿Cómo puedo usar la virtud aquí y ahora?
«Para cada desafío, recuerda los recursos que tienes dentro de ti para enfrentarte a él. Provocado por la visión de un hombre guapo o de una mujer hermosa, descubrirás en tu interior el poder contrario del autocontrol. Enfrentado al dolor, descubrirás el poder del aguante. Si te insultan, descubrirás la paciencia. A su debido tiempo, crecerás hasta confiar...
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Epicteto, un antiguo esclavo, cojo a causa de una pierna rota, nos dice que utilicemos cada una de las ocasiones, todo desafío, como una manera de ejercer la virtud, de convertirnos en un ser humano mejor mediante su aplicación constante.
el concepto estoico de que cada desafío en la vida es una oportunidad perfecta para mejorar la autosuperación.
5. Hacer una pausa y respirar hondo.
«Recuerda, no es suficiente con que te golpeen o insulten para que te hieran, debes creer que van a herirte. Si alguien tiene éxito en provocarte, date cuenta de que tu mente es cómplice de la provocación. Esa es la razón por la que resulta esencial que no respondamos impulsivamente a las impresiones; tómate un momento antes de reaccionar y descubrirás que es más fácil mantener el control.»[11]
El hecho empírico es que los seres humanos son simplemente incapaces, desde el punto de vista psicológico, de tanta empatía. Sentir en realidad la misma pena y desconsuelo por cada vida perdida en el planeta Tierra como el que sentimos normalmente cuando muere un ser querido es, dicho con sencillez, inhumano. El argumento filosófico es que estamos más cerca de la verdad, aunque no estemos totalmente en lo cierto, cuando decimos a las otras personas «Lo siento mucho, pero es ley de vida», que cuando nos decimos a nosotros mismos «¡Pobre de mí! ¡Pobre de mí!». Los accidentes, las heridas, las
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A veces suelo desestimar los sentimientos de personas cercanas porque me parece que están sobrerreaccionando ante las cosas que les ocurren. Pero Epicteto me recuerda que suelo sentir de manera diferente cuando hechos similares —como el comentario mordaz de un amigo o un colega— me ocurren a mí.
7. Hablar poco y bien.
«Deja que el silencio sea tu objetivo en la mayoría de las ocasiones; di solo lo que sea necesario y sé breve. En las raras ocasiones en que te pidan que hables, habla, pero nunca sobre banalidades como los gladiadores, los caballos, los deportes, la comida y la bebida, todos ellos temas vulgares. Sobre todo no cotillees sobre otras personas, alabándolas, culpándolas o comparándolas.»[14]
8. Elegir bien la compañía.
«Evita fraternizar con no filósofos. Pero si tienes que hacerlo, ten cuidado de no bajar a su nivel; porque, sabes, si un compañero es sucio, sus amigos no pueden evitar ensuciarse un poco, sin importar lo limpios que estaban al principio.»[15]
recuerde cómo lo dice Aristóteles (¡que no era un estoico!): queremos estar con amigos que son mejores que nosotros, de manera que podamos aprender de ellos. En última instancia queremos que nuestros amigos sean el tipo de personas que pueden sostener un espejo para nuestra alma, de manera que podamos mirarla con franqueza y conseguir una idea mejor de cuánto trabajo hay que hacer en ella (el alma, no el espejo).
9. Responder a los insultos con humor.
«Si te enteras de que alguien está hablando mal de ti, no intentes defenderte de los rumores; en su lugar responde: “Sí, y él no sabe ni la mit...
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plantearse varias preguntas si somos el receptor de lo que sentimos como un insulto. ¿Esta persona es un amigo o alguien a quien respetamos? Si es así, entonces lo más probable es que esté ofreciendo un consejo, quizá de una manera algo impertinente pero de todos modos con buenas intenciones.
10. No hablar demasiado de nosotros mismos.
«En tu conversación, no te detengas demasiado en tus logros o aventuras. Solo porque te guste contar tus gestas no significa que los demás obtengan el mismo placer de escucharlas.»[19]
11. Hablar sin juzgar.
«Algunos se bañan con prisa; no digas que se bañan mal, sino con prisa. Alguien bebe mucho vino; no digas que bebe mal, sino mucho. Mientras no conozcas sus razones, ¿cómo puedes saber que sus acciones son malas? Esto evitará que percibas una cosa con claridad, pero después expreses algo diferente.»[20]
Detengámonos durante un momento e intentemos imaginar hasta qué punto sería mejor el mundo si todos evitáramos realizar juicios de valor precipitados y contemplásemos los asuntos humanos centrándonos en los hechos, con un poco más de compasión hacia nuestros congéneres humanos.
12. Reflexionar sobre nuestro día.
«No admitas el sueño en tus tiernos párpados hasta que hayas evaluado cada uno de los hechos del día: ¿cómo he errado, qué he hecho o dejado de hacer? Empieza así y revisa tus actos y entonces por los ...
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El espíritu se debe examinar a diario. Era la costumbre de Sextio cuando el día había acabado y se había dispuesto para descansar, preguntar a su espíritu: «¿Cuáles de tus malas costumbres has curado hoy? ¿Qué vicio has controlado? ¿En qué aspecto eres mejor?». La ira cesará y se volverá más amable, si sabe que cada día tendrá que comparecer ante el tribunal. ¿Qué puede ser más admirable que esta manera de analizar la totalidad de los acontecimientos del día? ¿Qué dulce es el sueño que sigue a este autoexamen? ¿Qué calma, qué tranquilidad y despreocupación cuando nuestro espíritu ha recibido
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los filósofos premodernos concebían la ética como una investigación mucho más amplia sobre cómo vivir una vida feliz,
La vida eudaimónica, según él, consiste en actuar de la manera correcta, y el mal es el resultado de la ignorancia, o amathia (en otras palabras, nadie quiere hacer cosas malas a propósito).
Para él, el propósito primario de la vida no era la felicidad a largo plazo sino más bien la experiencia momento a momento de los placeres corporales.
Como afirma Aristipo: «Poseo, pero no soy poseído». El autocontrol era importante para mantener la alegría mientras se extraía lo mejor de cada situación.