Pero aquí está el problema: por un lado, tenemos a Aristóteles que nos dice que la eudaimonía solo la pueden alcanzar algunas personas afortunadas que cumplen una serie de prerrequisitos, adquiridos mediante pocos (o ninguno) méritos propios. Por otro lado, tenemos a los cínicos, que no solo rechazan la lista de Aristóteles de prerrequisitos necesarios, sino que afirman que en realidad impiden una buena vida. Los estoicos ocupan el espacio lógico entre estas dos posiciones: la salud, la riqueza, la educación y la buena apariencia —entre otras cosas— son indiferentes preferidos, mientras que
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