los pentecostales tienen una tensión entre las manifestaciones del Espíritu Santo y el orden en la adoración. Algunos creen que el orden apaga al Espíritu. Los pastores y las pastoras tienen el deber de velar que eso no ocurra, sino que los adoradores estén en libertad de responder al Espíritu. Tengan presente que, a veces, el desorden apaga al Espíritu Santo.