SACRAMENTOS PENTECOSTALES: Un Encuentro con Dios en el Altar (Spanish Edition)
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El movimiento pentecostal no nació en un vacío, sino que es parte de la renovación constante que el Espíritu Santo trae a la Iglesia. La iglesia pentecostal se ha beneficiado de la “nube de testigos” que conforma la historia del cristianismo: Martín Lutero, Juan Calvino, Jacobo Arminio, Juan Wesley, Phoebe Palmer, A. B. Simpson y muchos otros cristianos protestantes. Algunos pentecostales se asombrarían de saber que nuestra espiritualidad también se ha beneficiado de las tradiciones católicas y ortodoxas.
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La tesis es que la adoración sacramental va más allá del simbolismo. Sacramento alude al misterio y la realidad de un encuentro divino.
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El llamado evangélico al altar no proviene de la tradición cristiana. Por siglos, la conversión ocurría por medio del bautismo infantil. Durante el gran despertar del siglo XVIII, los pecadores eran llamados a la “banca del penitente” a clamar por el perdón. Fue así que los cultos evangélicos integraron el llamado al altar.
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Los profetas de Israel afirman que Dios es omnipresente: «¡Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos! ¡Toda la tierra está llena de su gloria!» (Isaías 6:3). Sin embargo, los altares eran puntos de encuentro con Dios. Entiéndase que son necesarios porque estamos limitados por el tiempo y el espacio.
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Por eso, vemos que algunas luchan en el altar, pues saben que deben morir a sí mismas para que Cristo viva en ellas.
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La espiritualidad pentecostal del altar es informada por la historia del pueblo de Israel.
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La Primera Epístola del Apóstol Pablo a los Corintios ha sido muy valiosa por su aportación a la teología de los dones espirituales. Nótese que Pablo inicia esta discusión justo después del tema de la Santa Cena. Esto sugiere que los ritos litúrgicos y las manifestaciones carismáticas eran importantes en las primeras iglesias cristianas. Pablo
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carismas (I Corintios 11:34; 14:40). Las prácticas deben manifestar el poder del Espíritu y de igual manera, los dones deben manifestarse ordenadamente.
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los pentecostales tienen una tensión entre las manifestaciones del Espíritu Santo y el orden en la adoración. Algunos creen que el orden apaga al Espíritu. Los pastores y las pastoras tienen el deber de velar que eso no ocurra, sino que los adoradores estén en libertad de responder al Espíritu. Tengan presente que, a veces, el desorden apaga al Espíritu Santo.
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Algunas iglesias protestantes han convertido la Mesa del Señor en un lugar de separación bajo la denominada “Comunión cerrada”.
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Veamos la Pascua y la Eucaristía en términos de “primera” y “última” cenas. La comida pascual educó a generaciones de hebreos sobre su redención nacional y la milagrosa liberación de la esclavitud de Egipto (Éxodo 12:25-27). Sin ella, las generaciones venideras hubieran nacido bajo la esclavitud. Por lo tanto, no estaban celebrando solamente la histórica liberación de sus antepasados, sino también, de su generación. Como “primera cena” es un anticipo de la “última”, donde Jesús es el Sumo Sacerdote que se ofrece a sí mismo en sacrificio para redimir a la humanidad. Los cristianos se reúnen a ...more
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Dado que la mayoría de los pentecostales rechazan la primacía de la Eucaristía en la adoración, no ha habido una discusión sobre la presencia de Cristo en este sacramento. En contraste, la iglesia primitiva daba suma importancia a este sacramento. Justino Mártir describe el culto semanal de los cristianos del siglo II:
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Llamamos a este alimento Eucaristía y nadie puede tomar parte en él si no cree en la verdad de lo que se enseña entre nosotros, si no ha recibido el baño para el perdón de los pecados y el nuevo nacimiento, y si no vive según los preceptos de Cristo. Porque no los tomamos como pan o bebida comunes, sino que, así como Jesucristo, nuestro Salvador, se encarnó por virtud del Verbo de Dios para nuestra salvación, del mismo modo nos han enseñado que esta comida, de la cual se alimentan nuestra carne y nuestra sangre, es la carne y la sangre del mismo Jesús encarnado, pues en esos alimentos se ha ...more
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A. J. Tomlinson escribe que participar en la Santa Cena es uno de, «… los momentos más sagrados de toda la vida cristiana»
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Cuando nos acercamos a la mesa de la comunión, detrás del símbolo y el signo, debemos ver a nuestro precioso Salvador y apropiarnos y participar de él. Él desea comunicársenos y a medida que participamos con fe, discerniéndole mientras nos alimentamos, somos vivificados en nuestros espíritus, almas y cuerpos.
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Durante la participación del fruto de la vid, hemos visto quebrantamiento, lloro, alabanzas y adoración entre los participantes… El fruto de la vid nos habla de la sangre derramada en donde vemos nuestros pecados perdonados...
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Al parecer intuyeron que la “presencia” es inherente a la Santa Cena. El bautismo con el Espíritu Santo trajo a sus vidas una “presencia real” que ungía sus actos de adoración y, por ende, la Comunión.
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Esta fiesta conmemorativa no tiene nada de viejo o rancio, el fruto de la vid no envejece, la sangre derramada no envejece, el pan no tiene fecha de expiración, el cuerpo del Señor no es una cosa del pasado, el camino es nuevo y vivificante. Lo más sorprendente sobre el carácter de la fiesta es su actualidad, no su antigüedad ni su futuro. Tiene un aspecto actual, una señal de calor; la sangre no está fría ni coagulada, sino fluyendo fresca del costado abierto de Jesús... Aquí es el presente del Calvario. Hemos llegado a un lugar de frescura, el resultado del Calvario. ¿Qué es? ¡Vida y vida en ...more