La ambición en el individuo es la fuerza que dinamiza la economía de mercado, lo que hace posible el progreso. Por eso, las fórmulas keynesianas de confiar al Estado la guía y orientación de la vida económica, mediante la planificación, le parece que embotan aquella «ambición» y producen hondas distorsiones en el funcionamiento del mercado.
El individuo es quien da forma a la economía. Es por eso, que la propuesta de Keynes de permitir al estado regular el mercado, genera en esencia una deformación de la anterior que socaba la libertad de los emprendedores.

