nada representaba tanto el retorno a la «tribu» como el comunismo, con la negación del individuo como ser soberano y responsable, regresado a la condición de parte de una masa sumisa a los dictados del líder, especie de santón religioso de palabra sagrada, irrefutable como un axioma, que resucitaba las peores formas de la demagogia y el chauvinismo.
El caudillo, en su más básica estructura, representa el odio a la racionalidad y la desaparición del individualismo en la masa, a fin de ser él quien libere al pueblo de todas sus penas

