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Yo crecí odiando el sur. Había que odiarlo y todos lo hicimos. El chiste de mi generación era que nuestro arte marcial favorito era el Ai-ki-irse. Nos educaron para despreciar el lugar donde crecimos. Nos educaron para encontrarlo feo, chico, mezquino. Y sin embargo, cada vez que estoy perdido, vuelvo a él.
Como varios compañeros de generación, mi sueño idiota era mudarme a Santiago, conseguir alguna clase de trabajo y luego volver al sur. Queríamos ganar dinero en la capital, pero despertar en Temuco.
Yo iba a ser una persona y ahora soy otra.

