Su actividad vital había disminuido hasta un grado microscópico, pero ni aun así era capaz de enfrentarse a los hechos; no era él quien pasaba de unos a otros, sino eran ellos los que lo llevaban como de ola en ola; por sí solo no tenía fuerzas para oponer a unos una voluntad firme o bien dejarse llevar por la razón frente a los otros.