Los licenciosos y libertinos o los rotos y marginados evitan la iglesia. Eso solo puede significar una cosa. Si la predicación de nuestros pastores y la práctica de nuestras congregaciones no producen el mismo efecto en las personas que producía Jesús, entonces no debemos estar proclamando el mismo mensaje que Jesús. Si nuestras iglesias no atraen a los hermanos menores, deben estar más llenas de hermanos mayores de lo que nos gustaría pensar.

